jueves, 9 de julio de 2009

El G-20 se enfrenta a la crisis:

Paises pertenecientes al grupo de los 20
Conformado por las siete naciones más ricas —que a su vez se reúnen, de cuando en cuando, en el G-7—, la Unión Europea y países emergentes como China, India y Brasil, el G-20 congrega dos tercios de la población y representa el 90 por ciento del PIB mundial. Creado en 1999 como respuesta a la crisis financiera de finales de los 90, en su última reunión, el pasado mes de noviembre en Washington, los asistentes hicieron explícito su interés en corregir los defectos del sistema capitalista y combatir la recesión. Frente a la crisis, el comunicado emitido, conocido como la Declaración de Washington, señaló que el origen de aquella estaba asociado a deficientes regulaciones nacionales, pésimas evaluaciones de riesgo, disparidad de normas y mercados que no están lo suficientemente vigilados. El propio George Bush, entonces presidente de los Estados Unidos y bajo cuya administración se inició la debacle financiera, sostuvo a manera de síntesis que “todos estamos de acuerdo en que es preciso adoptar políticas económicas que favorezcan el crecimiento”. El G-20 se enfrenta a la elaboración de una reforma del sistema financiero internacional y a la necesidad de reactivar la economía mundial. Y ya de entrada, pese a que el texto que firmen los participantes supone un mensaje de unidad y liderazgo internacional que recupere la confianza, las soluciones frente a la crisis están divididas. El presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, y el primer ministro de Inglaterra, Gordon Brown, abogan por planes conjuntos de estímulo económico superiores a los que ya han sido aprobados. Para el caso, el Congreso de los Estados Unidos lanzó un programa de 787 mil millones de dólares —5,5% del PIB— y, desde Bruselas, los esfuerzos ascienden a 400 mil millones de euros para 2009 y 2010 —el 3,3 del PIB. Por su lado, la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés, Nicolás Sarkozy, tras anunciar que “hablarán con una sola voz”, hicieron explícito que antes que nuevas ayudas de capital, la reforma de los mercados es de mayor importancia. Además, el presidente francés aprovechó para recalcar que esta es “una oportunidad histórica para moralizar un sistema que se ha vuelto inmoral” y recalcó, en una columna publicada por El País de España, que “esta crisis no es la del capitalismo”, es la crisis “de un sistema que se aleja de los valores más fundamentales del capitalismo”. Con todo, es en el campo del proteccionismo que las declaraciones del G-20 se tornan abiertamente contradictorias y potencialmente inocuas. Más allá de que se llegue a un acuerdo frente a las medidas de gasto requeridas y las nuevas reglas de juego que habrán de evitar que a futuro una nueva crisis se desate, es de notar que, según el Banco Mundial, 17 de los 20 países que firmaron la Declaración de Washington —África del Sur, Arabia Saudita y Japón serían las excepciones— ya han puesto en práctica cerca de 47 medidas para proteger diversos sectores de sus economías. Pese a que se comprometieron a no reaccionar a la crisis cerrando sus fronteras, la defensa del afamado libre comercio forjado por un siglo y medio de negociaciones no se cumple y, como lo sugirió el presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, corremos el riesgo de que el aislacionismo convierta una situación mala en una peor.
"Recetas del G20 contra la crisis financiera"
En este caso, se solicita fortalecer la regulación de los mercados, pero cada país podrá aplicar sus propias medidas. El llamado al G20 ha sido necesario en cuanto a los productos financieros más sofisticados, los que han iniciado la crisis. Además se ha acordado promover la ética de los mercados financieros. Las agencias de calificación de riesgo se llevan otra reprimenda y también estarán sometidas a una vigilancia más estrecha. El objetivo último del plan de acción es relanzar el crecimiento económico mundial y prevenir que se reproduzca una crisis similar a la actual. Para ello, se reformarán las instituciones financieras globales. El Fondo Monetario Internacional podría convertirse en una ‘agencia de alerta temprana’ capaz de detectar los signos de futuras crisis.