martes, 30 de junio de 2009

Repercusión de la crisis financiera mundial en Argentina

Una crisis pone en riesgo las expectativas de mediano y largo plazo de las personas. Una crisis económica significa que el esfuerzo realizado no sólo no va a tener los resultados esperables, sino que podría no tener resultados positivos.
Desgraciadamente, Argentina experimenta, en promedio, temblores financieros cada cinco años. El más reciente se desató en diciembre del 2001 y produjo un estallido de grandes dimensiones. ¿Qué llevo a nuestro país a tal situación de caos social, financiero e institucional? Esta pregunta derivo en un análisis de defectos y virtudes arrastradas de generación en generación, en una modificación de pautas de consumo y en un surgimiento de estrategias alternativas como la construcción de redes solidarias.Durante este año 2009, la crisis financiera económica mundial ya comenzó a repercutir en nuestro país. Se prevé que esta crisis tendrá grandes consecuencias: pérdidas de créditos, capacidades financieras, ventas e ingresos y aumento del desempleo. A sus consecuencias internacionales se suman los problemas domésticos: aumento de la inflación, conflicto con el campo, sequía, incremento de la desconfianza. La negación y el miedo son algunos de los estados por los que pasará la mayoría de la población argentina: jugar a que no existe lo que existe, creer que la crisis les toca a los financistas y no a todos o que les pasa a los países desarrollados. En Argentina se niega la crisis y se la asume después de que sus manifestaciones se hacen evidentes. De esta manera, la crisis es peor de lo esperado, porque hasta último momento se cree que de alguna manera se evitará. Esto se corresponde con una tendencia histórica de un país que juega en los extremos: las cosas cambian luego de haber estallado, no hay capacidad de anticipación, de asumir los problemas y manejarlos gradualmente, como sucede, por ejemplo, en Brasil, donde siempre se evitan las situaciones extremas. La cuestión también esta en el tiempo que tarda la mayoría de la sociedad en comprender la gravedad de la situación. Por otro lado, el miedo es otro estado de una sociedad que se enfrenta a una brusca caída de su poder adquisitivo: a las personas cualquier elemento que implique una pérdida de su poder adquisitivo y de la previsibilidad las llena de temor, y una persona atemorizada suele ser más individualista. Las crisis pueden llegar a radicalizar rasgos de una sociedad. En la Argentina se dan dos: hay gente que se torna más egoísta, más cínica. Pero a su vez, surgen grupos de personas que se coordinan y toman medidas para que la gente recupere el lugar que ha perdido en la sociedad, o viva de una manera aceptablemente humana el día a día de un momento convulsionado.Durante el 2002, fenómenos como el trueque o las asambleas populares fueron expresiones de valores como la solidaridad y la participación pública. Sin embargo, se suele decir que en el día a día los argentinos se caracterizaron por una actitud de “sálvese quien pueda”. Algunos sociólogos opinan que Argentina es una sociedad con muy poco espíritu colectivo, salvo cuando hay que salir a protestar. En casos muy aislados, en los barrios muy pobres, la gente se coordina, hay comedores colectivos. El estilo argentino es de un alto individualismo, y no hay salvación individual, no existe. Con la crisis financiera, este año exigirá realismo y seriedad: empezar a construir los vínculos solidarios y comunitarios de los que carecemos. Por otra parte, demás sociólogos consideran que las crisis han desarrollado un fuerte sentimiento de solidaridad, sobre todo entre la familia y los amigos: frente al fracaso del Estado, la sociedad reacciona generando estrategias y alternativas de construcción de redes inmediatas. A su vez opinan que si bien una crisis produce un impacto sobre los valores sociales, esto no significa que no pueda producir respuestas positivas. Todo conflicto deja consecuencias positivas y negativas. Las crisis generaron una sociedad cortoplacista, que vive el momento y no piensa en el futuro. La realidad concreta demuestra que los argentinos no hemos aprendido con las crisis: si se hubiera aprendido, en los años transcurridos entre 2003 y 2008 hubiéramos gastado y consumido menos, y ahorrado para la “época de las vacas flacas”. Pero no sucedió: la población no ahorra porque, como ha sido golpeada varias veces, ya no cree en las políticas de largo plazo. Así y todo, la Argentina tiene una capacidad de resurgimiento económico muy notable. Las personas se quitan de encima la mínima responsabilidad que le corresponde a cada uno por haber llegado a un punto de crisis al estar muy difundida la actitud de mirar el país desde afuera. La solución se centraría en transmitir a las nuevas generaciones que vale la pena luchar por el país, porque esta es la verdadera manera de luchar: por los que vienen después. Fuente: Paola Del Bosco (investigadora), José Abadi (médico psiquiatra y psicoanalista), Rosendo Fraga (director del Centro de Estudios Nueva Mayoría) Manuel Mora y Sergio Berensztein (sociólogos)